Si no estás ayudando a otras mujeres, tu éxito no sirve de nada

Si no ayudas a otras mujeres tu éxito no sirve, opinión Estrella Vazquez

Cada 19 de noviembre celebramos el día de la mujer emprendedora que más que una conmemoración debe ser una oportunidad para repensar cómo apoyamos a las mujeres que inician su camino. No basta con aplaudir y subir una foto a redes sociales con un hashtag viral, debemos abrir espacios inclusivos.

Recientemente, celebramos el Día de la Mujer Emprendedora, un día que debería inspirar reflexión profunda y acción concreta. Sin embargo, al analizar la realidad, surge una pregunta incómoda: ¿cuántas mujeres en posiciones de liderazgo realmente están tendiendo la mano a otras que recién comienzan y a las que se encuentra a mitad del camino? No podemos seguir alentando un discurso de empoderamiento si ese mensaje no se traduce en redes de apoyo abiertas y accesibles. Las palabras motivadoras y las felicitaciones públicas en redes sociales no son suficientes para construir un ecosistema que permita el crecimiento colectivo de mujeres empresarias.

Para muchas emprendedoras en etapa inicial, el acceso a estos círculos de apoyo se convierte en un camino cuesta arriba. Hoy, la mayoría de las redes empresariales y de mentoría femeninas imponen cuotas de acceso elevadas o funcionan como clubes selectos donde, más que aportar al bien común, se perpetúan las barreras de exclusividad. La ironía de esta situación es evidente: creamos espacios supuestamente “feministas” y “solidarios”, pero olvidamos que el apoyo real no debería depender del estatus económico, del título de una universidad privada o del tiempo que llevamos en el sector. Apoyar a otras mujeres no debe ser un acto altruista sino una responsabilidad compartida.

La empresaria promedio en México no es la CEO de una multinacional con recursos ilimitados; es la mujer que, con escasos fondos, y tal vez sin red de contactos, se atreve a construir su negocio desde cero. ¿Cuál es el mensaje que le damos cuando le exigimos cuotas altas para acceder a asesorías, mentorías o eventos que, en teoría, deberían ayudarla? Lo que logramos es limitar su crecimiento y bloquear el acceso a herramientas que podrían marcar una diferencia real en su desarrollo. Muchas de estas redes terminan fortaleciendo a quienes ya tienen un pie en la cima y no a aquellas que aún se encuentran subiendo.

Las historias de éxito de las mujeres en la cima deben ser contadas y celebradas, por supuesto que sí, tienen un mérito y merecen un reconocimiento. Pero celebrar es solo una parte del proceso; la otra, que es crucial, implica la responsabilidad de mirar hacia abajo y extender la mano. Madeleine Albright, la primera mujer en ocupar el cargo de Secretaria de Estado de Estados Unidos, advirtió una vez que “existe un lugar especial en el infierno para las mujeres que no ayudan a otras mujeres”. La frase no solo es impactante, sino también reveladora de una realidad en la que la competencia interna y la exclusividad se han convertido en un obstáculo más para el crecimiento del género.

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